O SORRISO DE PANDORA

“Jamais reconheci e nem reconhecerei a autoridade de nenhuma pretensa divindade, de alguma autoridade robotizada, demoníaca ou evolutiva que me afronte com alguma acusação de pecadora, herege, traidora ou o que seja. Não há um só, dentre todos os viventes, a quem eu considere mais do que a mim mesma. Contudo nada existe em mim que me permita sentir-me melhor do que qualquer outro vivente. Respeito todos, mas a ninguém me submeto. Rendo-me à beleza de um simples torrão de terra, à de uma gotícula de água, à de uma flor, à de um sorriso de qualquer face, mas não me rendo a qualquer autoridade instituída pela estupidez evolutiva da hora. Enfim, nada imponho sobre os ombros alheios, mas nada permito que me seja imposto de bom grado Libertei-me do peso desses conceitos equivocados e assumi-me como agente do processo de me dignificar a mim mesma, como também a vida que me é dispensada. Procuro homenageá-la com as minhas posturas e atitudes e nada mais almejo. É tudo o que posso dizer aqueles a quem considero meus filhos e filhas da Terra. “ In O SORRISO DE PANDORA, Jan Val Ellam

segunda-feira, fevereiro 26, 2018

La traición a los recuerdos


Virginia Woolf - o erro crasso das mulheres seguirem a  psicanálise Freudiana...


Hace más de veinte años que, en Du sollst nicht merken [Prohibido sentir], escribí sobre la escritora Virginia Woolf, quien, igual que su hermana Vanessa, de pequeña fue víctima de abusos sexuales por parte de sus dos hermanastros. Según Louise DeSalvo (1990), en sus voluminosos diarios Virginia Woolf menciona siempre esta terrible época, en la que no se atrevía a contarles su situación a sus padres, porque no podía esperar de ellos apoyo alguno. La escritora sufrió depresiones durante toda su vida. No obstante, tuvo fuerzas para trabajar en sus obras literarias con la esperanza de poder así expresarse y superar, finalmente, los horribles traumas de su infancia. Pero en 1941 ganó la depresión y Virginia Woolf se lanzó al río. Cuando en Du sollst nicht merken describí su destino, me faltaba un dato importante, que no supe hasta muchos años después. El estudio de Louise DeSalvo explica que, tras la lectura de las obras de Freud, Virginia Woolf empezó a dudar de la autenticidad de sus recuerdos, que justo antes había anotado en sus bosquejos autobiográficos, a pesar de que por medio de Vanessa podía constatar que ésta también había sufrido abusos por parte de sus hermanastros. DeSalvo escribe que desde entonces, siguiendo a Freud, Virginia se esforzó para dejar de contemplar el comportamiento humano como lo había hecho hasta el momento, como la consecuencia lógica de las experiencias infantiles, y verlo como el fruto de los instintos, las fantasías y los deseos. Los escritos de Freud confundieron por completo a Virginia Woolf: por un lado, ella sabía perfectamente lo que había sucedido, y, por otro, deseaba, como casi todas las víctimas de abusos sexuales, que esto no fuese cierto. Al fin, siguió las teorías de Freud y sacrificó su memoria negando lo ocurrido. Empezó a idealizar a sus padres y a ver de manera positiva a toda su familia como nunca antes había hecho. Después de darle la razón a Freud, se sintió insegura, confusa y, en adelante, se creyó que había enloquecido. DeSalvo escribe:
«Estoy convencida de que su decisión de suicidarse pone de relieve lo que defiendo en mi tesis […] Desde mi punto de vista, la relación causa-efecto que Virginia había tratado de trabajar perdió todo su fundamento a causa de Freud, por lo que se vio obligada a desdecirse de sus propias explicaciones sobre su depresión y su estado anímico. Había partido de la base de que podía achacar su situación a la experiencia incestuosa de su infancia, pero al seguir a Freud, tuvo que considerar otras posibilidades: que sus recuerdos estaban distorsionados, si no eran incluso falsos, que no eran una vivencia real, sino una proyección de sus deseos, y que el suceso en sí era producto de su imaginación» (DeSalvo 1990, pág. 155).
Tal vez el suicidio habría podido evitarse si Virginia Woolf hubiese tenido un testigo cómplice con quien poder compartir sus sentimientos sobre la crueldad que tan tempranamente sufrió. Pero no tenía a nadie, y creyó que Freud era el experto. Los escritos de éste la confundieron y desorientaron mucho; aun así, prefirió dudar de sí misma a dudar de Sigmund Freud, la gran figura paterna, que representaba los criterios de la sociedad de aquel tiempo. Por desgracia, éstos no han cambiado mucho desde entonces. En 1987 el periodista Nikolaus Frank vivió la indignación que provocó un comentario que hizo en una entrevista para la revista Stern, en la que dijo que nunca perdonaría la crueldad de su padre. El padre fue jefe del distrito de Cracovia durante la guerra y permitió que muchas personas sufrieran atrocidades. Pero toda la sociedad esperaba que el hijo fuese indulgente con este monstruo. Alguien escribió a Nikolaus Frank que lo peor que su padre había hecho era tener un hijo como él." (...)

in EL CUERPO NUNCA MENTE
ALICE MILLER

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