O SORRISO DE PANDORA

“Jamais reconheci e nem reconhecerei a autoridade de nenhuma pretensa divindade, de alguma autoridade robotizada, demoníaca ou evolutiva que me afronte com alguma acusação de pecadora, herege, traidora ou o que seja. Não há um só, dentre todos os viventes, a quem eu considere mais do que a mim mesma. Contudo nada existe em mim que me permita sentir-me melhor do que qualquer outro vivente. Respeito todos, mas a ninguém me submeto. Rendo-me à beleza de um simples torrão de terra, à de uma gotícula de água, à de uma flor, à de um sorriso de qualquer face, mas não me rendo a qualquer autoridade instituída pela estupidez evolutiva da hora. Enfim, nada imponho sobre os ombros alheios, mas nada permito que me seja imposto de bom grado Libertei-me do peso desses conceitos equivocados e assumi-me como agente do processo de me dignificar a mim mesma, como também a vida que me é dispensada. Procuro homenageá-la com as minhas posturas e atitudes e nada mais almejo. É tudo o que posso dizer aqueles a quem considero meus filhos e filhas da Terra. “ In O SORRISO DE PANDORA, Jan Val Ellam

sexta-feira, fevereiro 21, 2020

O que é que mudou no mundo?

LA GUERRA DE LOS SEXOS: CRISIS, RETOS y ESPERANZA - FEMINISMO Y RECONVERSION DE LA FUNCION DEL PADRE

Creo que todo el mundo es consciente de que nuestra sociedad está en crisis, y de que no es una crisis coyuntural, sino que es una crisis que afecta a los cimientos básicos de la civilización patriarcal en la que estamos inmersos desde hace siglos. Voy a exponer mi punto de vista sobre esta crisis, sobre los retos que se nos plantean y las esperanzas que se abren, en particular, la de la reconversión de la función del padre

I - RESUMEN DE LA SITUACION

El Patriarcado es una civilización que consiste, entre otras cosas, en un estado de guerra permanente del sexo masculino contra el sexo femenino. Una guerra que se ha desarrollado de diferentes maneras y cuyas características esenciales han sido el dominio del sexo masculino sobre el femenino, la represión de la sexualidad femenina y la relegación de las mujeres a una categoría o clase social inferior; incluso han existido épocas en las que ni siquiera se consideraba a las mujeres seres humanos sino simplemente animales. Esta represión se ha desarrollado a lo largo de los siglos de diferentes maneras, unas veces con métodos más cruentos (lapidaciones, quema de viudas en la India, quema de mujeres en Europa etc.) y a veces con métodos más psicológicos, mediante la educación, etc. De hecho, la guerra de los sexos se ha grabado en el psiquismo de los seres humanos, en lo más profundo de los inconscientes, y así se ha transmitido culturalmente y ha llegado hasta nuestros días..

Durante siglos las niñas han crecido sabiendo que su destino era ser entregadas por su padre al mejor postor. El jefe de familia negociaba con sus hijas y con las mujeres de su familia como lo hacía con las vacas, y las niñas eran criadas y educadas para el llamado débito conyugal, sus deseos eran irrelevantes cuando no malignos y pecaminosos. Las mujeres hemos sido objetos sexuales para uso del hombre durante siglos, incluso en muchos lugares, durante milenios. Y esto no son cosas que ocurrían en la remota Antigüedad. En el siglo XIX, Leandro Fernández de Moratín estrenó una obra de teatro, ‘El Sí de las Niñas’, que fue un auténtico escándalo porque criticaba esta educación de las niñas para el consentimiento al débito conyugal y para la negación de sus deseos sexuales. Fue un escándalo porque, efectivamente, en la sociedad del siglo XIX dominaba la cultura del consentimiento de las mujeres al débito conyugal. (Por eso, es insuficiente ahora oponer a la violación ‘el consentimiento’, sin tener en cuenta que durante siglos las mujeres hemos consentido por imperativo legal, divino (era un sacramento) o familiar). Hasta muy recientemente, a las niñas ‘se las casaba’, y si la familia no les buscaba el marido, ellas lo buscaban según la educación recibida, con un criterio de conveniencia socio-económica; el débito conyugal estaba pre-establecido desde la más temprana infancia, y estaba unido a un desarrollo psíquico para la sumisión al marido.


La negación del deseo sexual de la mujer en general y del deseo materno en particular, ha sido el elemento característico de esta dominación patriarcal. Esto no es una afirmación vacía; son, a lo largo de los siglos, leyes, costumbres y relaciones sociales de dominio social y físico concreto de los hombres sobre las mujeres. Uno de los símbolos más emblemáticos del Patriarcado es el falo de Hammurabi."






CACILDA RODRIGANEZ

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